domingo, 24 de mayo de 2009

Videojuegos con fines terapéuticos


El Proyecto Playmancer es un proyecto europeo en el que participa España junto con Austria, Suiza, Grecia e Italia; pretende desarrollar y evaluar la aplicación de videojuegos terapéuticos en dos ámbitos principales: rehabilitación física para personas que han sufrido un accidente vascular cerebral y cambio de estilos de vida para personas con trastornos adictivos o de conducta (como el juego patológico o la bulimia nerviosa).

Existen dos videojuegos, con distintos escenarios, en función del objetivo (neuro-rehabilitación o intervención en trastornos mentales). Son juegos de aventura y estrategia, en los que el sujeto debe progresar y avanzar en base al logro de una serie de objetivos terapéuticos.

En el videojuego dirigido a trastornos mentales el protagonista se enfrenta a distintas situaciones, a través de las que puede entrenar las habilidades y actitudes que pretendemos incrementar (por ejemplo, resolución de problemas, controlar reacciones impulsivas, afrontar distintas situaciones asociadas a frustración, manejo de emociones adversas, etc.). Conforme va superando las distintas tareas, puede seguir avanzado a niveles o créditos superiores del juego. El objetivo final no es ganar, en el sentido clásico de los juegos, sino conseguir una mayor capacidad de autocontrol. En todo momento, el paciente recibe feedback sobre sus logros.

Inicialmente, este videojuego está orientado al tratamiento de trastornos en los que existe una dificultad en el control de los impulsos, como es el caso de los trastornos de la alimentación (básicamente bulimia nerviosa y trastorno por atracón) y la ludopatía o el juego patológico. La larga trayectoria clínica y de investigación de las Unidades de Juego Patológico y de Trastornos de la Alimentación, del Servicio de Psiquiatría del Hospital Universitario de Bellvitge, ha permitido analizar y destacar aspectos clínicos y de personalidad comunes en ambas patologías, en las que rasgos como la impulsividad, búsqueda de sensaciones, baja tolerancia a la frustración estarían implicados.

sábado, 16 de mayo de 2009

Autoayuda

"El mercado - analizar lo que se vende y se compra - es un buen indicador para saber qué pasa en la sociedad. Y una de las cosas que indica es la gran difusión y el alza de toda una serie de productos etiquetados como de "autoayuda". El más típico son los libros dedicados expresamente al tema: en castellano, título como "Déjame que te cuente" del argentino Jorge Bucay, o "La ciencia de la felicidad" del español Ramiro A. Calle, son unos buenos ejemplos que ya permiten hacerse una primera idea del propósito de esta literatura.
El mercado de la autoayuda

La autoayuda de la que se trata es fundamentalmente psicológica, dirigida a afrontar los males más frecuentes en este terreno, como puede ser la angustia, el estrés, los vicios de carácter, la tristeza … Lo que se propone también es variado: Conseguir consejos sacados del sentido común o de la experiencia generalizada, ejercicios mentales o físicos relajantes, una especie de meditación, un encuentro con la naturaleza, etcétera.

La pregunta obligada, claro está, es si todo esto sirve para algo. Pero esta pregunta es engañosa. Muchas cosas sirven. El sentido común siempre ayuda, la relajación o la meditación vienen siempre bien para tantas personas que viven una vida acelerada y saturada de reclamos de todo tipo.

En este sentido, el principal argumento de venta de todo esto es el testimonio de que sienta bien a los clientes. Sin embargo, argumentar de ese modo oculta la cuestión fundamental, que es preguntarse si de verdad resuelve los problemas que se pretenden resolver, si se cumple lo que se promete. ¿Hemos encontrado en la autoayuda la panacea para los males que aquejan al espíritu humano?
Julio de la Vega - Hazas

sábado, 2 de mayo de 2009

Cuando la obediencia es peligrosa. Experimento de Milgram

En los años 60, Stanley Milgram realizó un estudio psicológico que desveló que las mayoría de personas corrientes son capaces de hacer mucho daño, si se les obliga a ello.

En 1960 Adolf Eichmann fue condenado a muerte en Jerusalén por crímenes contra la Humanidad durante el régimen nazi. Fue el encargado de la logística: recogida, transporte y exterminio de los judíos. Sin embargo, en el juicio, Eichmann expresó su sorpresa ante el odio que le mostraban los judíos, diciendo que él sólo había obedecido órdenes, y que obedecer órdenes era algo bueno. En su diario, en la cárcel, escribió: «Las órdenes eran lo más importante de mi vida y tenía que obedecerlas sin discusión». Seis psiquiatras declararon que Eichmann estaba sano, que tenía una vida familiar normal y varios testigos dijeron que era una persona corriente.

Stanley Milgram estaba muy intrigado. Eichmann era un nombre normal, incluso aburrido, que no tenía nada en contra de los judíos. ¿Por qué había participado en el Holocausto? ¿Sería sólo por obediencia? ¿Podría ser que todos los demás cómplices nazis sólo acatasen órdenes? ¿O es que los alemanes eran diferentes?

Un año después del juicio, Milgram realizó un experimento en la Universidad de Yale que conmocionó al mundo. La mayoría de los participantes accedieron a dar descargas eléctricas mortales a una víctima si se les obligaba a hacerlo.