
Y nos olvidamos de ellos porque no gritan, no piden, y sin embargo comprenden, excusan nuestras ausencias, como siempre lo han hecho, como algún día seguramente nos tocará hacer a nosotros.
Si habéis visto esa ternura tan bien instalada en unos ojos llenos de surcos, y esas miradas perdidas, sostenidas únicamente por la esperanza de ver a los que tardan tanto en volver; y si habéis oído de sus labios esa única pero fuerte esperanza que los agarra a los amaneceres, que se acumula en los despertares un día y otro también ("hoy no han podido venir, a ver si mañana ...")
Si es así, si lo habéis visto y oído, entonces entenderéis por que hablo hoy de ellos.
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