Nuestra tarea más importante es convertirnos en personas. A medida que hacemos elecciones y tomamos decisiones vamos conformando a la persona que podemos llegar a ser y que, potencialmente, ya somos.
Para construir nuestro proyecto personal es importante visualizar quién queremos ser, dónde queremos estar, a dónde queremos ir y con quién queremos compartir nuestro camino. Pero para compartir nuestro camino será necesario tener un camino para compartir. Si permanecemos sentados esperando que la vida nos lo regale, sin aportar nada por nuestra parte, podemos llegar al final de nuestro trayecto sin haber compartido nada con nadie, vacíos de proyecto, vacíos para dar y vacíos de vida.
El proyecto individual debería ser un “proyecto de desarrollo y crecimiento personal abierto y flexible”. No supone tenerlo todo pensado y controlado, ni tampoco que debamos saber exactamente todo lo que queremos obtener o ser en la vida ya que, de ser así, sería un proyecto cerrado y muy peligroso. Cuando nos obcecamos en determinados objetivos, podemos pasar por alto muchas oportunidades. También tenemos mayores posibilidades de sentirnos frustrados y sufrir, puesto que los paisajes que la vida nos presenta no son siempre los que hubiéramos elegido de haber podido hacerlo.
Podemos llegar a encontrarnos o perdernos a nosotros mismos según sean nuestras respuestas a los pequeños retos diarios y no tanto por la aparición de sucesos vitales repentinos y trágicos que puedan cambiar totalmente nuestra vida. Nos perdemos al perder nuestra dignidad en las pequeñas incoherencia y nos encontramos al mantenernos coherentes.