jueves, 1 de mayo de 2008

La casa de los horrores

Puesto que nos resulta difícil encajar situaciones como éstas, tratamos de buscar alguna explicación coherente, y la más asequible suele ser la de atribuir estos casos a personas con serios trastornos mentales. Pero la realidad nos indica que tan sólo una pequeña parte de enfermos mentales exteriorizan su violencia.

Transcribo lo que ha escrito Alberto Fernández Liria, presidente de la Asociación Española de Neuropsiquiatría, en el "El País" a propósito de lo que ha sido calificado como "el delito de un monstruo":

Cuando la noticia de horrores como los cometidos por Josef Fritzl conmociona a la opinión pública, los profesionales de la salud mental nos vemos requeridos a responder qué tipo de mente enferma puede haberlos guiado. La respuesta es descorazonadora: no hay enfermedad a la que atribuir un comportamiento así.

Pensar que un comportamiento contrario a lo que consideramos humano es producto de una enfermedad nos evita el trance de aceptar la maldad en nuestra especie. Pero lo hace a un coste alto: el de negar la responsabilidad que tienen los individuos de sus actos y el de asociar, una vez más, por un motivo falso, la enfermedad mental grave con la violencia. A veces, un trastorno psicótico puede llevar a cometer delitos: el individuo que cree que el enfermero que le ayuda es un miembro de la Gestapo que se propone arrancarle la información que él tiene para destruir el mundo, no debe ser considerado culpable de apuñalar al enfermero -cosa que nunca se propuso- sino de haber intentado defenderse a sí mismo y a la humanidad. Y sólo debe ser tratado para evitar que vea miembros de la Gestapo. Pero no hay enfermedad mental que coarte la libertad de un Josef Fritzl, que ha demostrado una capacidad de manejo certerísima de la realidad y que, conseguridad, sabía lo reprobable de su conducta, que, por eso se preocupó de ocultar. No hay objeto de tratamiento psiquiátrico aquí. El mal que causó a sus hijos es irreparable.

Que su caso no sirva para que, al explicarlo, causemos mal a inocentes. Porque empezamos a querer ver enfermos mentales donde sólo hay malvados y acabamos viendo malvados donde sólo hay enfermos mentales.

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